NECESIDAD DEL PACTO POR LA EDUCACIÓN

Hace cuarenta años la sociedad española superó el Franquismo sin violencia. Los partidos políticos tuvieron un papel especialmente relevante en los acuerdos y pactos entre las diversas fuerzas sociales que finalmente alumbraron la Constitución de 1987. Aquellos partidos políticos casi todos han desaparecido, solamente mantiene su identidad el PSOE, Alianza Popular se refundó en el Partido Popular, el Partido Comunista se hizo representar por Izquierda Unida ahora integrada en Podemos un partido que no se identifica con los compromisos adoptados entonces por el Partido Comunista, los partidos independentistas catalanes y vascos que también participaron, ahora repudian los Pactos de la Transición. Apenas quedan fuerzas políticas para sostener la vigencia de los Pactos de la Transición. Los nuevos partidos nacionales Podemos y Ciudadanos reclaman su papel en la sociedad actual, reclaman cambios constitucionales en los que puedan participar.
La sociedad española es muy diferente, han cambiado sus valores, su estilo de vida y su forma de entender el mundo. Tras afrontar los problemas cotidianos de la crisis de los últimos diez años, es una sociedad cansada y exhausta, que se deja llevar incapaz de luchar para defender su propia identidad nacional amenazada, de fijar su horizonte en las turbulencias internacionales, que renuncia a regir sus propios destinos. Los partidos políticos deben asumir su responsabilidad de recomponer los acuerdos básicos y enfrentarse a los problemas de esta sociedad para darles una solución con perspectiva de futuro.
La educación necesita hoy igual que hace cuarenta años un acuerdo nacional de la misma relevancia que entonces tuvieron los Pactos de la Transición, porque de la misma manera, está en juego la libertad.
El Sistema educativo español hace mucho, si es que alguna vez lo estuvo, que ha escapado de las manos de la sociedad. Ahora se utiliza desde el Estado, si es que alguna vez no lo fue, para inculcar una idea de persona, familia y nación que nada tienen que ver con las compartidas por aquella sociedad hace cuarenta años. Sus efectos han sido letales sobre las ideas morales de la gente, sobre las ideas políticas de las nuevas generaciones y sobre la presión de la independencia frente a la unidad nacional. El desprecio en los centros de enseñanza a las tradiciones nacionales y a la verdad histórica ha dejado a las nuevas generaciones desorientadas, sin rumbo, sin destino y lo que es peor, sin principios.

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